2020 un año para … aprender.

Parece que el último día del año es el momento para mirar hacia atrás y hacer recuento, balance o algo similar, ver con cierta perspectiva lo que ha ocurrido y hacer un corolario que lo resuma.

Hay incontables comentarios que califican a 2020 como un año aciago y siniestro. No es para menos. Decenas de miles de muertos por COVID, millones de infectados, tan sólo es España y una situación sin un horizonte claro de resolución o siquiera de conseguir volver a una cierta «normalidad» (por cierto, que palabra tan repetida y tan mal usada) que es muy probable que nunca recuperemos del todo.

Creo que no hace falta comentar lo que este año ha supuesto para cada uno de nosotros. En el ámbito personal cada uno tendrá su historia, más o -esperemos- menos trágica y única. Y en otros ámbitos, económico, profesional, etc., todavía estamos muy lejos, no ya de poder hacer borrón y cuenta nueva, sino de poder evaluar las consecuencias reales que están suponiendo.

En el ámbito del Socorrismo, desde luego ha sido un año arduo, en el que el COVID ha puesto las cosas muy difíciles y no ha hecho sino resaltar todavía más la precariedad general en que nos movemos los Socorristas -o Guardavidas, como parece que se prefiere denominarnos de un tiempo a esta parte-. Mencionar tan sólo las adaptaciones que ha habido que hacer, deprisa y corriendo, sin apenas soporte de evidencia, en los protocolos de actuación y en la auto-protección de los Socorristas. Las repercusiones en las acciones de formación, que prácticamente se han anulado, y en la preparación de los profesionales que han trabajado durante este año en playas, piscinas e instalaciones acuáticas en condiciones muy complicadas y a menudo con la incomprensión y poca colaboración de los usuarios a los que protegen e incluso de los propios gestores de los servicios. Y sin olvidar que, por mucho que hayan quedado en un relatico segundo plano, otras tragedias y vicisitudes cotidianas han seguido produciéndose.

Muchos hay también que dicen que es un año para olvidar. Y aquí discrepo totalmente. 2020 es un año para aprender.

Si miramos al pasado tiene que ser necesariamente para aprender de lo que ha ocurrido, de como una situación excepcional para la que no estábamos en absoluto preparados -¿os suena de algo esto en Socorrismo?- ha habido que afrontarla con medios de fortuna, haciendo de tripas corazón, apelando a lo mejor de todos nosotros, la solidaridad y el trabajo ímprobo de miles de profesionales sanitarios y de muchos otros sectores para evitar la catástrofe.

Esto no puede volver a ocurrir. Si una lección hemos aprendido ya hace tiempo en Socorrismo es que las emergencias y las situaciones excepcionales ocurren y que cuando lo hacen la reacción no es «hacer lo mejor que se pueda«, sino «hacer lo que has entrenado para responder a esa situación». Siempre cito que para Neil Armstrong alunizar no fue difícil, pero es que ya se había estrellado y practicado cientos de veces antes, en el simulador, y su preparación hacía que las respuestas fueran automáticas y pudiera responder a prácticamente cualquier situación. Nuestro objetivo ha de ser incorporar toda la experiencia y las lecciones aprendidas para mejorar la preparación y respuesta de los profesionales del Socorrismo.

A los que buscan razones para denostar este año aciago, podemos añadir, al menos, 407 más, las de las personas que han fallecido por Ahogamiento en 2020 según las cifras provisionales de nuestro Proyecto de Investigación y Seguimiento del ahogamiento en España www.ahogamiento.com.

Y para los que buscamos razones para seguir adelante con optimismo y los pies bien plantados en el suelo, añadir al otro lado de la balanza unos cuantos miles de razones, las de todas las personas que no han sufrido o se han salvado de un Ahogamiento, gracias a la prevención y la intervención o el rescate de los servicios de Socorrismo.

Este año también se ha producido la puesta en marcha del GIAPS, Grupo Internacional de Actividades de Prevención y Socorrismo o el arranque definitivo de IDRA (International Drowning Researchers Alliance, la alianza internacional de investigadores en Socorrismo) en la puesta en marcha de proyectos de calado sobre ahogamiento, grupos a los que nos sentimos honrados de pertenecer y participar activamente.

Aprender es quizá una de las más poderosas razones que mueven al ser humano., la que nos hace avanzar y superar las dificultades. Enfrentemos 2021 con la convicción de somos capaces de hacerlo mejor..

Nuestros mejores deseos para todos.

Algunos mitos sobre el Ahogamiento.

Mario Vittone, experto en rescate acuático, escribió en 2006 un artículo: «El que se ahoga no parece ahogarse» en su blog personal que se ha convertido en uno de los artículos sobre ahogamiento más leídos y reproducidos en innumerables medios, páginas y blogs. Hace poco se volvió a publicar en Soundings, lo mencionó el Washington Post y en apenas una semana superó 700.000 menciones en Facebook.

Hace unos días publicó una interesante reflexión que, por su interés, hemos traducido y adaptado. 

Mario Vittone

Es como si un grupo completamente nuevo de personas aprendiera algo que no sabían. Se había reventado un mito (y uno peligroso, además) y tenían que contárselo a sus amigos. En las respuestas a la publicación «El que se ahoga no parece ahogarse«, mezcladas con «pues no lo sabía» o «hay que leerlo«, había otras dos ideas erróneas acerca del ahogamiento que todos deberíamos saber, así que si no has leído el artículo anterior, te recomiendo que lo hagas primero y luego vuelvas aquí para aprender otras dos cosas importantes.

Mito 1: El «Ahogamiento Seco» (Dry Drowning): Respuesta: NO EXISTE

Casi todas las semanas y más cuando se aproxima el verano, recibo un mensaje, un correo electrónico o un comentario en una publicación donde que me piden que analice el «Ahogamiento Seco» («Dry Drowning» en inglés). Este mensaje se propaga en las redes sociales, principalmente porque es -comprensiblemente- aterrador para los padres. La idea de que su hijo pueda ir a nadar, tragar o ahogarse con un poco de agua, y luego ir a su casa y morirse mientras duerme es aterrador. Pero no es cierto.

Una muerte por las posibles complicaciones de un incidente acuático no ocurre de esa manera. Y cuando sucede es extremadamente rara, presenta síntomas persistentes durante horas, antes de que el peligro sea real, y no es en realidad un ahogamiento. «Ahogamiento seco» y «ahogamiento secundario» no son términos médicos y no son peligros reales sobre los que merezca la pena preocuparse. El líquido en los pulmones es algo malo, puede causar neumonitis, una inflamación no infecciosa del tejido pulmonar, provocada por los efectos irritantes de algo extraño en los pulmones, pero esto puede ocurrir al aspirar agua sucia mientras nadamos (cuando damos un «tragón» siempre hay una pequeña aspiración de líquido) o si te atragantas con la leche del desayuno porque te estás riendo, por ejemplo, (¿esto sería un «ahogamiento de leche«?. Absurdo, ¿no?).

Qué hay que buscar?. Si su hijo, o cualquier otra persona, sale del agua y tiene cualquier síntoma más allá de lo que se puede experimentar después de que algo «vaya por el camino equivocado» (tos momentánea y alguna molestia leve que desaparece a los pocos minutos), entonces debe estar alerta. Si hay una tos fuerte y persistente que no se detiene después de unos minutos, debe revisarlo un médico. Normalmente, estos pacientes se dejan en observación de cuatro a seis horas por precaución y son enviados a casa sin más problemas. Si tu hijo o cualquier otro tose durante unos minutos después de salir de la piscina y luego se comporta de manera normal y al rato te pide la merienda, significa que está bien. No tienes que llamar al 112, ni preocuparte por nada más.

Si quieres aprender más sobre este tema, te recomiendo que leas éste artículo científico.

Mito 2: Si alguien se ahoga: Háblale, Avisa, Alcanza, Tira, Rema, No intentes un Rescate a menos que estés entrenado. Respuesta: Quizás sí, o quizás no.

«Una persona que se está ahogando se subirá encima de ti para respirar y te ahogará si te acercas a ella«, afirma alguien cada vez que se plantea la cuestión del rescate de una persona que se está ahogando. Podría ser algo así, pero en realidad no lo es.

Una persona no entrenada que realiza un rescate puede fallecer en el intento, pero aunque no estoy descartando ese peligro, es absurdo tratar a todos los que no son Socorristas como alguien que morirá en el intento de rescatar a un niño de 4 años. Todas las personas con problemas en el agua o que luchan por no ahogarse, están buscando lo mismo: mantener sus vías aéreas (boca y nariz) sobre el agua sin esfuerzo; quieren estar de pie en el fondo o apoyados por algún tipo de flotación para poder respirar. Una vez que tienen ese apoyo, ya no representan ningún peligro si pueden mantenerse de esa manera. Lo que los Socorristas están capacitados y entrenados para hacer es entrar al agua y ayudar a las víctimas que se ahogan para que puedan respirar fácilmente y han de ser lo suficientemente fuertes físicamente como para hacer el rescate y llevarles a un lugar seguro.

Alcanzar con la mano o mediante un palo u otro objeto alargado a alguien que se está ahogando desde una posición segura es mejor que tirarle algo flotante para que se agarre. Y arrojarle algo flotante para que se agarre es mejor que emplear tiempo remando en una embarcación para alcanzarle y hacerlo. Pero aquí está la dura verdad: si alcanzar, arrojar o remar no es una opción y alguien no va a buscarlo, se ahogará. Si se llama al 112 y no se hace nada más, lo que estamos haciendo en realidad es pedir que recuperen un cadáver. Y dado que la mayoría de nosotros no podremos estar parados viendo esta situación sin hacer nada, la manera en que se puede «ir» de manera segura, aunque no estés entrenado, es llevando consigo un elemento flotante y proporcionar flotación a la víctima para que pueda respirar, y a ti mismo para manteneros a flote.

He visto a una persona en una piscina pública saltar a la parte más profunda con el cojín de una tumbona y salvar a una víctima. (el cojín tenía aproximadamente 40Lb de flotación, un chaleco salvavidas estándar tiene 17Lb), y mantuvo a ambos a flote hasta que llegó el Socorrista (que estaba con el móvil y no vio nada). En una playa de Florida, una madre salvó a su hijo nadando con una botella grande y poniéndola entre ambos a modo de flotador mientras se impulsaban con los pies hasta la orilla.

Si no hay nadie más cerca y no eres Socorrista, pero tienes un chaleco salvavidas, puedes agarrar al otro con suficiente flotación para que tanto tu como la víctima podáis respirar y así detener el proceso de ahogamiento. Siempre que seas un buen nadador y estés en buena forma, puedes ir a ayudar teniendo conciencia del riesgo que corres. Y no te olvides de que tu u otra persona debe alertar inmediatamente al 112 o a los servicios de Socorrismo, para que ambos podáis recibir ayuda para salir del agua.

Hay demasiados «qué pasaría si...» para decir cómo hay que manejar cada posible escenario de ahogamiento, pero no debemos sentirnos completamente indefensos simplemente porque no seamos un profesional del rescate. Por supuesto, existe un importante riesgo en el hecho de intentar un rescate (lo hay para el Socorrista, así que todavía más para el no entrenado), y lo primero debe ser siempre la propia vida, pero permanecer de pie en la playa, en el bote o en el borde de la piscina durante un ahogamiento y esperar que alguien llegue a tiempo no es una estrategia.

Versión española y adaptación por Luis Miguel Pascual del artículo original de Mario Vittone en Soundings

Foro de Debate: Plan Nacional de Prevención de Ahogamientos y Socorrismo Profesional – Segovia, 25/26 Noviembre 2017

Fechas de celebración: Segovia, 25 y 26 de Noviembre de 2107

Descarga el programa definitivo

Formulario para inscripciones

 

Encuestas previas para los grupos de trabajo

Participa en las encuestas previas aportando tus experiencias, necesidades y opiniones, para que sean recogidas por los grupos de trabajo e incluidas en los debates.

Tu opinión es importante para conocer las necesidades y realidades.

Encuesta de Gestión de Servicios Socorrismo en Playas

Presentación.

El ahogamiento en España es un importante problema de salud pública. Y no es sólo porque cause casi medio centenar de fallecimientos al año, sino porque se sigue produciendo una cifra de fallecidos de tamaña magnitud, a pesar de todos los esfuerzos de los operativos de Socorrismo. Los equipos de Socorrismo de las playas españolas realizan anualmente entre 6.000 y 10.000 intervenciones, asistencias y rescates en situaciones de ahogamiento real o potencial, y eso sin contar un número igual o superior de acciones preventivas que evitan que esas situaciones se produzcan. Todo esto supone que otras tantas víctimas potenciales se salvan de engrosar las cifras de una estadística que, no existe en España de manera oficial.

Lamentablemente, no hay una estrategia de ámbito nacional, ni siquiera autonómico, que implemente acciones eficaces de prevención y de intervención ante el Ahogamiento, salvo que tengamos en cuenta los tibios mensajes de aviso que repiten rutinariamente cada verano los organismos oficiales.Sin duda el ocio acuático ha experimentado un significativo incremento, tanto por la asistencia a playas y zonas de baño naturales, como por la proliferación de instalaciones, piscinas y parques acuáticos. Hoy es ya común que pueblos, urbanizaciones y establecimientos hoteleros dispongan de una instalación acuática de mayor o menor entidad y que haya presencia de servicios de Socorrismo en la mayoría de las playas más turísticas. En un país como España con más de 68 millones de visitantes en 2015, el que un importante porcentaje de los implicados en un Ahogamiento sean extranjeros no nos deja en buen lugar. Y mucho menos si consideramos que estando situada en el primer lugar del mundo en el turismo, y particularmente en el de sol y playa, España debería ser también la número uno mundial en cuanto a la calidad y eficacia de los operativos de Socorrismo y la referencia a seguir en este aspecto para todo el mundo. Por desgracia, nada más alejado de la realidad.

Las empresas que gestionan servicios de Socorrismo nacen como respuesta a una doble necesidad: la tendencia a la privatización de la gestión de determinadas áreas que antes se gestionaban desde las distintas administraciones públicas y la demanda de esos mismos servicios especializados por parte de particulares, colectivos o empresas que integran instalaciones acuáticas como parte de su oferta de negocio. Como una respuesta a estas demandas, muchas empresas nacieron desde propio sector iniciadas por Socorristas interesados en convertir la gestión del Socorrismo en una actividad empresarial más allá de la propia profesión y ofreciendo, además, formación adaptada a las demandas laborales o las carencias que detectaban. Y también se incorporan empresas de otros sectores que encuentran en la gestión de servicios de Socorrismo una oportunidad más de ampliar su espectro de negocio. Sin embargo, ni la regulación administrativa, ni la formación de los Socorristas han ido paralelas a esta evolución, así como tampoco las facetas empresariales, laborales o de gestión.

Los altibajos de la actividad económica, la diversidad, cuando no disparidad, de la normativa, la incertidumbre empresarial y el recorte generalizado de los presupuestos privados y públicos de todas las administraciones, pero especialmente en las locales, que son quienes mayoritariamente exteriorizan determinados servicios, han creado una situación cada vez más caótica en dónde las empresas tienen que luchar cada día por mantenerse a flote y, lo que es peor, a veces con métodos discutibles o poco éticos.

La perspectiva del propio Socorrista Profesional como trabajador tampoco es halagüeña. Sometido a normativas ambiguas, cambiantes o demasiado estrictas; costes y requisitos de formación crecientes; forzado a aceptar una creciente precariedad laboral; empleado en trabajos nada estimulantes en piscinas de urbanizaciones; en situaciones estresantes en playas abarrotadas; enfrentado a la incomprensión o incluso animadversión de los usuarios; realizando rescates con bandera roja y con sueldos menguantes, el interés por formarse o seguir siendo Socorrista está en clara caída libre desde hace 10 años.


Este Foro pretende abrir un debate en torno a todos estos problemas que hoy tiene el sector, iniciando un espacio de intercambio y diálogo entre todas las partes implicadas que permita que desde el Sector se debatan, propongan e inicien las vías de solución, e intervenir activamente en los procesos de regulación que están en marcha o se avecinan. El programa contempla, por tanto, espacios abiertos a tratar los diferentes aspectos, orientados desde la presentación de los temas sobre los que iniciar un debate y hallar conclusiones.

A quién está dirigido

Este Seminario tiene interés para un amplio espectro de profesionales, empresas, administraciones y personas:

– Socorristas y Técnicos en Salvamento Acuático Profesional.
– Empresas de gestión de servicios de socorrismo en instalaciones acuáticas, clubes deportivos, playas y parques acuáticos.
– Organizaciones empresariales y Sindicatos de trabajadores.
– Legisladores, Representantes Políticos, Técnicos y Responsables de Administraciones Públicas en temas de Turismo, Playas, Seguridad Ciudadana, Protección Civil y Sanidad en instalaciones acuáticas y zonas naturales de ocio acuático.
– Docentes, Formadores, Investigadores, Profesionales y Técnicos de Socorrismo Profesional.
– Profesionales Sanitarios y de Emergencia.
– Diseñadores y Fabricantes de Productos de Seguridad y Rescate Acuático.

Horario Provisional
– Sábado 25 de Noviembre: de 9.30 a 14 y de 16 a 20.30 horas
– Domingo 26 de Noviembre de 9.00 a 14.00 horas

Inscripciones
– A través del formulario Web
– Las plazas son limitadas, se respetará el orden de inscripción.

Cuota del Seminario
– Asistencia individual: 25 Euros
– Bono Empresas de Socorrismo Profesional: (2 asistentes) 40 Euros, cada asistente adicional: 15 Euros)
Incluye: Asistencia, documentación y coffee breaks.

Forma de Pago
– Transferencia Bancaria, indicando el nombre del asistente o del grupo: Bankia: IBAN: ES88 2038 7597 5960 0032 2560.

Alojamiento*
Cada asistente debe gestionar su alojamiento y manutención.
Información sobre alojamientos en Segovia: Tel: 921466721
http://www.turismodesegovia.com/es/central-de-reservas

Comidas*
– Habrá menús concertados para los asistentes para comida y cena del sábado y comida del Domingo*.
*Imprescindible confirmar antes del lunes 20 de Noviembre.

¿Qué ocurre si me baño en una playa con Bandera Roja?

Javier Reguera, abogado especialista en Derecho Penal colabora con una breve reflexión sobre el delito de omisión del deber de socorro y sobre la conducta de la víctima y del socorrista en un caso de bandera roja.

PlayaBanderaRoja

Imagen: Radio Nacional Perú 

Durante la época de verano muchas personas visitamos lugares costeros con la idea de pasar unos días en la playa. Si bien en la mayoría de las ocasiones nos encontramos con el mar en calma, no es de extrañar que, en algún momento, nos podamos topar con aguas revueltas y con la famosa bandera roja.

Y aun en una playa vigilada con la bandera roja no es infrecuente que alguien entre en el agua, y es éste hecho el que quiero analizar, brevemente, desde la perspectiva de diversas situaciones que pueden suceder y desde la óptica del socorrista.

El bañista que desafía la prohibición del baño con bandera roja

Imaginemos que Pedro, habiendo visto la bandera roja y teniendo consciencia de su significado, entra en el agua y, debido al estado del mar, no puede salir y necesita ser rescatado. Del anterior supuesto parece evidente que Pedro ha cometido un acto imprudente ya que la bandera roja podría ser equiparable a una señal de prohibido y éste, con el conocimiento de lo que representa la bandera, entra y asume la probabilidad de ponerse en peligro.

Nadie será responsable de su autopuesta en peligro, salvo él mismo. Y, además, se expone a recibir una -probablemente muy cuantiosa- sanción económica que cada vez más ordenanzas municipales contemplan para estos casos.

SosAdvierte

Imagen: Diario Informacion

¿Y si el Socorrista fallece durante el rescate?.

Pero no sólo eso, sino que pudiera darse el caso de que el socorrista de la playa al advertir este hecho, decidiese ir al rescate y, como consecuencia, fallezca en el rescate y el bañista no.

En principio, no podríamos negar de facto que la conducta del bañista no sólo habría puesto en peligro su propia vida sino que, por su comportamiento, obviando la bandera roja, habría influido en el fallecimiento del rescatador. Ahora bien, ¿sería imputable la muerte del socorrista a la conducta del bañista?.

En mi opinión no es tan fácil delimitar, a efectos jurídico-penales, que la conducta del bañista sea la causa directa del fallecimiento del socorrista y ello porque es el socorrista quien decide ir al rescate, conociendo la existencia de bandera roja y, por su formación, sabe más aun que el bañista, los riesgos del agua enfurecida y aún así ha decidido ponerse en peligro conscientemente, aunque sea por salvar a un tercero.

No obstante, desde el punto de vista civil, la familia del socorrista fallecido sí que podría formular una demanda contra el bañista por su negligente comportamiento, solicitando la correspondiente indemnización.

AhogadoPlayaPolicia

Imagen: Diario Información

La decisión del Socorrista ante una situación de peligro para su vida.

Dicho esto, es necesario plantear esta cuestión: ¿cuál debería ser la conducta del socorrista ante un salvamento que pueda poder en grave peligro su vida?

Y ésta debe ser, sin lugar a dudas, poner en marcha a los recursos de salvamento que tengan los medios suficientes para llevar a cabo el rescate sin poner en peligro más vidas. Debe activar su protocolo operativo de trabajo y en caso de que éste no sea suficiente, debería llamar al 112 o similares para que a través del apoyo que sea necesario (embarcación, helicóptero, etc.) procedan a extraer al bañista, reduciendo el peligro sobre la vida del rescatador.

La conducta descrita en el párrafo anterior queda delimitada y viene amparada por los artículos 195.1 y 2 del Código Penal, relativos a la omisión del deber de socorro, donde se propone pena, por un lado, «para aquel que no socorriere a una persona que se halle desamparada y en peligro manifiesto y grave, cuando pudiere hacerlo sin riesgo propio(…)” y, por otro lado, para “el que, impedido de prestar socorro, no demande con urgencia auxilio ajeno”.

Es decir, el Código Penal ofrece las respuestas sobre la conducta del socorrista en un caso de bandera roja. Si esta en peligro su vida o su conducta de rescate puede conllevar un riesgo grave para su vida, no tendrá el deber de actuar y, en el caso de no poder prestar socorro directo, deberá solicitar con urgencia auxilio a otros operativos.

Por ello es necesario que los protocolos de trabajo y actuación de los operativos de cada playa estén redactados de manera clara y establecidos por escrito, y sean conocidos por todos los socorristas del equipo para saber qué operativo es el necesario en cada caso y cuándo iniciar los trámites para su activación, de manera que la toma de decisiones se vea facilitada a la hora de responder ante situaciones como las descritas. De igual manera, debe de existir, por ejemplo, un registro de los cambios de banderas, en el que consten las horas y los motivos del cambio.

En este sentido, hay que mencionar que lo anterior es teoría y ante un proceso judicial por omisión del deber de socorro lo importante no es lo que realmente sucedió, sino lo que se pueda probar y, con ésta premisa, habrá que demostrar -en el caso del socorrista que decidió no rescatar- que estaba la bandera roja; que era peligroso iniciar un rescate por agua con los medios que el socorrista tenía disponibles, y que tomó otras medidas para llevar a cabo el rescate con garantías. El problema y una posible condena surgirán si no se hace nada.

JavierReguera

Javier Reguera Gómez
Abogado especialista en Derecho Penal
www.regueraabogados.com

Porqué tus hijos no deben usar manguitos.

 

 

Cuando empieza la temporada veraniega y todo el mundo inunda playas y piscinas, el Socorrista que llevo dentro empieza a echar humo cuando veo a los niños flotando en la piscina con manguitos, flotadores, chalecos o cualquiera de esos artilugios flotantes que venden en los baratillos.
¿Por qué me enervo?. Como profesor de natación y de socorrismo, puedo afirmar que el hecho de que tus hijos utilicen flotadores o manguitos es una de las cosas más peligrosas que puedes hacer con ellos en el agua.

Fuente de la imagen: www.lne.es

Cuando ponemos manguitos o flotadores a un niño en el agua ocurren dos cosas:

1 – El niño tiene una falsa sensación de confianza. Empiezan a creer que ya son capaces de nadar y por tanto, no aprenden a flotar por sí mismos.
2 – Los padres y adultos tenemos una falsa sensación de seguridad.

Ya sé que lo más sencillo es darle al niño uno de estos artilugios mientras te sientas en la terraza o en la silla de playa y lees o charlas con tus amigos, pero hasta que tu hijo pueda estar seguro en el agua por sí mismo, tu sitio es: a su lado en la piscina. Me da igual si se te estropea al maquillaje o el peinado; hace mucho sol; hoy no te has afeitado; el bikini te hace culo o ese bañador bermuda tan moderno te marca barriga.

Hasta que tu hijo sea completamente autónomo en el agua, tu prioridad número uno en la piscina y en la playa es estar en el agua con él, ayudándole a aprender cómo flotar, usar sus brazos y piernas para desplazarse, meter la cabeza y hacer burbujas.

Lo que, día tras día, veo en todas las piscinas es padres y madres poniendo manguitos sus hijos como un sustituto de la supervisión adulta en el agua. He perdido la cuenta de cuántas veces me he dado cuenta de que era el único adulto al lado del agua con mis hijos, rodeados de un montón de niños con chismes flotantes, mientras sus padres están charlando, leyendo, mirando el móvil muchos metros más allá, o en el bar.

Haz click para ver el vídeo

Soy un aguafiestas, lo sé; pero eso es totalmente inaceptable. Entiende por qué.
La realidad es que los manguitos pueden hacer que el niño se quede bajo el agua a poco que se escurran del codo, algo que es lo más fácil que suele ocurrir, por ejemplo, cuando saltan al agua desde el borde (aunque se los hayas puesto muy apretados).
Tu hijo enseguida da por sentado que puede estar en la piscina sin que estés tú, pero no que lo sabe es que no podrá nadar sin las ayudas flotantes. Con ellas sólo perciben que «pueden» nadar. Y eso abre la ocasión a que decidan entrar en el agua cuando tú no estés a su lado, lo que puede tener consecuencias mortales.
Los manguitos fuerzan al niño a una posición vertical, que es la manera más ineficiente de nadar. Los chalecos salvavidas homologados son bastante mejor, pero no dejan de ser poco menos que una muleta para un padre que no está al alcance del brazo de sus hijos. Los niños tienen que aprender cómo nadar y flotar horizontalmente y con ayudas flotantes nunca lo hacen.

¿Qué es lo que tu hijo necesita aprender sobre cómo estar seguro en el agua?.

1 – NUNCA ha de entrar en el agua sólo si no hay un adulto. NUNCA. !Y NO HAY EXCEPCIONES!.
2 – El único soporte de flotación tiene que ser él mismo o la ayuda de un adulto. Sin flotadores, manguitos, chalecos, etc.
3 – Si otro niño, un juguete, el perro, etc. cae en el agua, tiene que buscar un adulto para que les ayude. En la piscina de casa o de la urbanización, la playa o en cualquier otro sitio dónde haya agua.

 

Entonces te preguntarás: ¿tengo que enseñar a mis hijos a entrar en el agua sin ayudas flotantes?. Pues no. Permíteme explicarlo.

Tus hijos necesitan aprender a nadar. Incluso si no vives en una zona donde haya muchas áreas acuáticas, aprender a nadar es muchísimo más importante que aprender a montar en bicicleta o cualquier otro deporte que puedas imaginar y al que seguro dedicáis un tiempo considerable. Es una habilidad de supervivencia. Y ellos tienen que saber cómo auto-rescatarse si caen en una piscina o cualquier otro medio acuático. ¿Cómo?. Siendo capaces de flotar, nadar hasta la orilla y poder salir por sí mismos. Y no van a aprenderlo si lo único que hacen es jugar en el agua con los manguitos. Sólo podrán adquirir seguridad en el agua sin ayudas flotantes y bajo la ayuda y supervisión directa de un adulto.

Fuera de las clases de natación, las ayudas flotantes deben utilizarse únicamente cuando queremos conseguir que los niños adquieran o practiquen determinadas habilidades básicas o cuando en determinados entornos queremos que puedan hacer actividades «normales» que de otra manera no podrían, como por ejemplo jugar con otros niños en la piscina «pequeña» cuando todavía no sabe nadar o estar en la piscina «grande» con un hermano mayor, por ejemplo y siempre, siempre, con un adulto al lado al alcance de la mano. En estos casos debemos elegir siempre ayudas que no sean inflables (para evitar el riesgo de que se desinflen) y preferiblemente un chaleco salvavidas ajustado a su edad, talla y peso. Y siempre comprobar que cumpla todos los requisitos de homologación.

En realidad, si estas yendo a la playa o piscina este verano y tus hijos todavía no tienen esta clase de seguridad en el agua, debes invertir un poco de tiempo y dinero en llevarles a clases de natación. Dependiendo de cada niño, a partir de 2 años ya están preparados para aprender a flotar y desplazarse unos metros en el agua. Antes de esa edad, hay clases especializadas, pero lo que de verdad necesitan es jugar y familiarizarse con el agua, y siempre de la mano de un adulto.
La única excepción dónde las ayudas flotantes son obligatorias es cuando estamos en grandes masas de agua, como el mar, embalses o ríos. Aquí sí que es recomendable utilizar un chaleco salvavidas homologado apropiado a su talla y peso como medida de seguridad contra el ahogamiento. Pero insisto en que, aún así, debes estar al alcance de tu mano, lo que refuerza la regla de que mientras no sepan nadar, tienen que estar siempre con un adulto.

¿Y qué es saber nadar seguro?.

Cuando un niño puede nadar de forma independiente, es capaz de flotar por sí mismo, contener la respiración, sumergir la cabeza, salir de la piscina el sólo y se encuentra a gusto en el agua.

Cuando adquiere estas habilidades, podemos relajar un tanto la regla de estar al alcance de nuestra mano, pero nunca, nunca, abandonar la supervisión.
Después de años de estar en el agua con mis dos hijos en todas las sesiones de piscina y playa y de llevarles a clases de natación, mis hijos dieron ese salto evolutivo. Los dos se apuntaron a un equipo de natación para entrenar y desde siempre se han sentido como pez en el agua.
Pero antes de eso, siempre me habrás visto dentro del agua sosteniéndolos o jugando con ellos a tirarse y salir nadando hasta el borde. O sentado en el borde de la piscina pequeña o grande mientras se divertían cuando eran más mayores, pero siempre con los ojos en la piscina.

Era, y sigo siendo el Socorrista Personal de mis hijos y nunca confié su vida a que el Socorrista de la piscina tuviese que intervenir en el caso de que resbalasen o chocasen con otro niño y quedaran sumergidos, empezando a ahogarse por mi desidia o falta de supervisión.
Y, por cierto, seguro que con este calor se está mejor dentro del agua jugando con tus hijos que sudando al sol en el borde de la piscina.

PD: Además, un estudio de la Unión de Consumidores de Extremadura pone de manifiesto que los flotadores y manguitos incumplen la normativa. 

P.D. 2: A raiz de esta entrada hemos recibido muchos comentarios y consultas en Twitter. Los manguitos, churros y otras ayudas flotantes se utilizan habitualmente en las clases de natación, para que se sientan cómodos al principio, o para adquirir mejor determinadas habilidades, pero siempre con un objetivo docente claro. Si tienes dudas, observa y pregunta al monitor. Si no te convence, busca otro curso que sí trabaje estas habilidades básicas de supervivencia.

Consulta la página de la Asociación Nacional de Seguridad Infantil

Adaptación libre de http://renomomsblog.com/2015/06/09/why-water-wings-are-the-devil/